domingo, 16 de diciembre de 2012

Cooking: FAIL



Mis primeras galletas navideñas de canela


Normalmente yo soy de cocinar cosas sencillas, rápidas y sanas, o eso intento. El mundo de la cocina elaborada y el de la repostería no me llaman lo más mínimo, excepto cuando estoy muy estresada. Entonces, no sé porqué me da por querer trastear y experimentar con recetas que alguna vez me pasó alguna amiga, vi en aquella revista o leí en internet.

Estando en pleno pico de estrés con el estudio de farmacología clínica, el repaso de 45 verbos irregulares en francés y la lectura de "Le Bal" de Irène Némirovsky, pensé en hacer un descanso y hornear galletas. Lo más normal del mundo mundial, vaya. Y como al día siguiente era Santa Lucía, día de poner los adornos navideños en casa según la tradición, qué mejor que preparar galletas navideñas de canela.

No parecía nada difícil: harina, azúcar glass, dos huevos, mantequilla, leche y canela. Mezclarlo todo, dejar reposar durante cuarenta minutos, amasar, estirar la masa, cortar las galletas con los moldes de aluminio y hornear por diez minutos. ¡¡Fácil, nada de física cuántica!!

¡No os dejéis engañar por su apariencia! Si ya lo dicen, que no todo es el físico, que hay que mirar el interior... Pues el interior de mis galletas navideñas de canela era de miga apelmazada como cemento armado y, por lo tanto, no apto para el consumo de nadie que quiera seguir con vida. Claro que eso no lo supe hasta que alguien se atrevió a probarlas.

Mi sufrida madre fue la pobre conejillo de indias que accedió a degustar mi invento. Vale, ¡sí, la obligué! Me dijo que el sabor era muy bueno, pero que también esperaba que la acompañase al dentista para reparar la carilla de porcelana que se rompió con mi jodida galleta. También pagué la reparación dental; obligación moral o algo así le dicen.

Y colorín, colorado, así fue cómo se esfumaron para siempre mis ganas de hacer galletas.


P.D.: Felices Fiestas (y nada de accidentes culinarios, ¿eh?).

0 arañazos...: